Pepín Ramírez, el gestor que defendió lo público y facilitó el sueño de César

Pepín Ramírez, el gestor que defendió lo público y facilitó el sueño de César 800 585 manrique100
  • José Ramírez Cerdá (1919-1987) fue una rara avis. Un hombre de la burguesía arrecifeña, que denunció la corrupción que habían instalado las elites en el Cabildo de Lanzarote. Un amigo imprescindible para César, con el que creció, estudió y vivió la Guerra Civil. Un defensor de la empresa pública y de la excelencia.

Por M.J. Tabar

Sin la gestión, la persuasión y el trabajo metódico de José Ramírez Cerdá, que fue alcalde de Arrecife entre 1955 y 1960 y presidente del Cabildo de Lanzarote hasta 1974, la transformación de la isla que César Manrique tenía diseñada en su cabeza hubiese sido imposible.

Mario Alberto Perdomo y Antonio Félix Martín Hormiga relatan en su libro José Ramírez y César Manrique. El Cabildo y Lanzarote. Una isla como tema cómo Pepín Ramírez dejó de primar “a la tradicional sociedad de privilegios, tremendamente clasista” y apoyó siempre a los que querían cambiar la desigual sociedad insular. El tándem César-Pepín/Pepín-César fue tan importante como la simbiosis manriqueña arte-naturaleza/naturaleza-arte, dicen los autores.

“Su tío, que fue alcalde de Arrecife durante la República y fue represaliado, le decía que el mejor alcalde era el que más escuelas construía”, dice el periodista Saúl García, que ha escrito una biografía sobre Pepín Ramírez por encargo de la Fundación César Manrique, que verá la luz antes de que termine el año en la colección Islas de Memoria. Durante su mandato en Arrecife “empezó la construcción de las viviendas sociales en Titerroy y multiplicó las escuelas”.  

La clave del trabajo de Pepín está en un hecho, que ha sido poco difundido y que se produjo cuando tomó posesión en el Cabildo de Lanzarote. “La institución era un desastre dominado por las elites de la isla”, relata el biógrafo. Pepín decidió acabar con la corrupción y concedió dos años al interventor y al tesorero del Cabildo para que repusieran las arcas públicas con el dinero sustraído. Al no hacerlo, puso la situación en conocimiento del servicio de inspección de las administraciones públicas, que emitió un informe que concluyó con la inhabilitación de los dos funcionarios, la apertura de una causa judicial y una condena de diez años de cárcel.

Vías y Obras, la primera (y la mejor) constructora

Aquella actuación fue clave para crear un Cabildo honrado, competente y eficaz que pudiera ejecutar el ideario estético de César Manrique. Pepín creó el departamento de Vías y Obras, constituido por personas que eran elegidas por su capacidad de aprendizaje y desarrollo profesional y no por su apellido. En muchas ocasiones eran personas de origen humilde, que estudiaban el Bachillerato nocturno, pero demostraban grandes capacidades.

En el Lanzarote de los años 60 no existían empresas constructoras y eran imprescindibles para el desarrollo de la isla. La del Cabildo, Vías y Obras, fue la primera y la que mejor funcionó.

Marcial Martín cuenta una anécdota que define bien el carácter de Pepín Ramírez. Conoció al presidente del Cabildo cuando le llevaba medicinas a casa. El ex director de los Centros de Arte Cultura y Turismo de Lanzarote tenía 11 años y trabajaba en una farmacia de Arrecife. Un día llamó a la farmacia, preguntó por él y le citó en el Cabildo. “Pensaba que yo había hecho algo mal y pasé dos horas angustiado”, dice Marcial. Fue todo lo contrario. Pepín le hizo varias preguntas y le pidió que escribiera en un papel “yo escribo con faltas de ortografía”. Completó el dictado sin ningún error y el presidente le preguntó rápidamente: “¿Usted quiere trabajar como botones del Cabildo?”. Dijo que sí y empezó en el puesto un 1 de abril de 1962.

Los trabajadores del departamento de Vías y Obras estaban muy implicados: ganaban un buen sueldo, eran conscientes de que estaban haciendo algo muy importante para la isla, tenían buena comunicación son sus coordinadores y echaban las horas que hiciera falta, llegando a aportar sus propias herramientas cuando era necesario. Pepín era un excelente jefe de recursos humanos y estableció la rutina de ir a ver las obras cada sábado. Tan eficaz era el departamento que no necesitaba todo el dinero que recibía del Ministerio franquista para el desarrollo de infraestructuras turísticas y el excedente iba a parar al presupuesto del Cabildo.

“Un convencido de la empresa pública”

“Las comunicaciones, internas y externas, y el agua fueron los temas que más le preocuparon y en los que se puso a trabajar desde que entró al Cabildo”, añade Saúl García. Nunca creyó en las empresas privadas. No tuvo problema para denegar el permiso de explotación del agua de Famara a la empresa Hidráulica de Famara, creada por Bonifacio Villalobos. “Era un convencido de la empresa pública”.

Fue el gestor “insistente y convincente” que necesitó César. El que se encargó de planificar y traducir a la realidad la utopía estética de su amigo de la infancia, con el que mantenía una amistad muy profunda. Cuando César regresó a Lanzarote con su mujer, separada de una anterior pareja, se organizó “un escándalo” en la conservadora sociedad lanzaroteña. “Pepín le alojó en su casa, hizo saber públicamente que era su amigo y que creía en él ciegamente”, señala Saúl García. Ateo, reservado y alérgico a los discursos institucionales. Abogado sindicalista, aficionado al ajedrez y a la pesca. Así era Pepín Ramírez: tan diferente en carácter a César y tan bien compenetrado. “Pepín le ponía a prueba a César”, cuenta Saúl. “¿Y esto es lo que me presentas?”, le decía socarrón a César cuando le llevaba bocetos. La realidad es que le facilitó absolutamente todo para que las ideas visionarias de César Manrique se concretarán, gracias a un equipo de gente excelente, en una obra pública que cambió para siempre el modelo económico y el carácter de Lanzarote.